jueves, 11 de febrero de 2010

Falsificadores filatélicos














Dos ejemplares de la segunda emisión de Luxemburgo (1859-1863) falsificados por Fournier.






Falsificadores filatélicos

En nuestro tiempo, con el desarrollo espectacular de las artes gráficas y de la informática, la falsificación ha perdido mérito artístico y se ha hecho más fácil. Prueba de ello es que no pasa mucho tiempo sin que surjan reproducciones de emisiones, que son falsificadas para defraudar a la administración postal, como ocurre con los billetes de banco.

Las dificultades a las que se enfrentan estos defraudadores no son técnicas sino comerciales, ya que suelen carecer de la red de distribución apropiada para introducir el producto falseado en una cantidad lo suficientemente importante como para que la estafa sea lucrativa.

La acción de los falsificadores es perjudicial para la filatelia al crear desconfianza y confusión entre los aficionados, además de que en muchos casos ha provocado importantes pérdidas económicas. Sin embargo entre los falsificadores se han dado auténticos artistas, muchos de ellos permanecen como maestros anónimos. Su obra ha sido adquirida posteriormente por sociedades filatélicas, se ha expuesto en museos y ha alcanzado un alto valor en el mercado.

Destaca entre estos últimos François Fournier, nacido en Suiza en 1846, su actividad de falsificador se desarrolló en su país natal, al amparo de unas leyes que permitían la fabricación de facsímiles. Desarrolló una gran actividad comercial, anunciándose en listas y revistas, hasta el año de su muerte en 1917. Uno de sus empleados continuó su negocio hasta 1922, año en que se vio obligado a cerrarlo, en parte por la presión de los demás comerciantes de filatelia. En 1927 Emile Friedrich, presidente de la Unión Filatélica de Ginebra, compró a la viuda del empleado de Fournier todo su stock, con el que montó 480 álbumes numerados. Estos álbumes contenían su extensa colección de facsímiles clasificada por países, aunque no todos llevaban los mismos sellos, ya que el stock no estaba equilibrado (los sellos sobrantes repetidos fueron destruidos). Todos los sellos fueron marcados en el anverso con la leyenda Faux y en el reverso con facsimile, con el fin de evitar posteriores manipulaciones.

En la actualidad la maquinaria y el equipo utilizados por Fournier se hallan expuestos en el museo de Historia y Arte de Ginebra.

Sperati, el rey de los falsificadores
Dos variedades de falsificaciones realizadas por Sperati del 2 reales naranja.

Jean de Sperati ha sido mundialmente reconocido como el rey de los falsificadores filatélicos. De origen italiano, tras desmontar en la primera decena del presente siglo su laboratorio en Pisa, se trasladó a Francia para establecerse en la ciudad de Aix-les Bains. Allí realizó su gran labor falsificadora apoyándose en sus vastos conocimientos de química, fotografía y artes gráficas. Su negocio consistía en la venta, a través de anuncios en los periódicos, de sellos clásicos de gran valor y por este procedimiento llegó a falsificar más de 350 sellos de 96 países, de ellos casi 50 de España, de las emisiones realizadas entre 1850 y 1878. Esos sí, todas sus obras iban firmadas a lápiz al dorso, y denominaba spécimens artistiques a sus ejemplares.

Fué perseguido por la policía francesa y hasta por el servicio secreto estadounidense, pero sus falsificaciones fueron tan perfectas que a su muerte, a los setenta años de edad, se reconoció su mérito y se le dedicaron los mayores elogios. La British Philatelic Society adquirió a sus herederos todo su stock y los derechos de reproducción de su libro póstumo La filatelia sin expertos, en el que desautorizaba y ridiculizaba a los peritos de la época por su falta de conocimientos.

Hoy en día sus piezas se cotizan a precios muy elevados, y se considera un honor incorporar alguna de sus obras a una colección de sellos clásicos.

Los primeros falsificadores reconocidos como tales fueron los hermanos Spiro, que realizaron numerosas falsificaciones en Hamburgo entre los años 1863 y 1866. Su actividad principal era la reproducción de ejemplares de alto precio que vendían a comerciantes sin escrúpulos y coleccionistas. Sufrieron el peso de la ley, pero con consecuencias mínimas, ya que se defendieron con el argumento de que ellos sólo vendían imitaciones.

En Inglaterra, George Kirke Jeffryes, Julian Hippolite Sarpy y Alfred Bejamin fueron condenados en 1892 por falsificar sobrecargas y dentados, así como editar emisiones de su propia invención.

En Alemania, Schoröder falsificó la emisión española de 1854, de la que existen muy pocos ejemplares y son muy buscados.

Fournier no sólo falsificó joyas de la filatelia, sino también sellos de escaso valor, como esta emisión alemana de 1899-1900 y el 1 paso de Buenos Aires (1859)

En España, destaca el mallorquín Miguel Seguí, quien se especializó en las emisiones españolas de 1850-1874, y en Italia Erasmus Oneglia, quien desarrolló su actividad en Turín.

En América, el falsificador más famoso fue Allan Taylor, quien por otra parte en 1864 editó la primera revista filatélica en América, la Stamp Collectors Record. Pero la American Philatelic Society no sólo ha tenido que perseguir la obra de Taylor, sino también la de Raoul Ch. de Thuin, belga nacido en 1890 que desarrolló parte de su actividad como falsificador de sellos americanos en México y Centroamérica. Perseguido por ellos a los 75 años, en 1966, la American Philatelic Society le compró todos sus útiles de falsificación, llegando con él a un acuerdo económico de por vida.

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