domingo, 2 de mayo de 2010

Rowland Hill


Rowland Hill

Sir
Rowland Hill (n. 3 de diciembre de 1795 en Kidderminster - † 27 de agosto de 1879 en Londres ) fue un maestro británico y creador del primer sello postal de la historia: el Penny Black .

Hacia 1835 figuraba ya como secretario de la Comisión para Australia Meridional, pero fue el 13 de febrero de 1837 cuando Rowland Hill presentó el proyecto de sus sellos adhesivos junto con un folleto explicativo a los encargados del servicio postal del Estado. El folleto de Hill, titulado " Post Office Reform ", dio por resultado la designación de un comité de la Cámara de los Comunes ( 22 de noviembre de 1837 ) encargado de estudiar los tipos y sistemas del franqueo postal . Se decretó que los sellos se pondrían en circulación el día 6 de mayo del año 1840 . Hill dibujó en él el perfil de Su Majestad la Reina Victoria , la palabra " Postage " en la parte superior y en la inferior " One Penny " (un penique ). Se trataba del Penny Black , el primer sello postal de la historia.

Al morir en 1879, sus restos fueron enterrados con todos los honores en la Abadía de Westminster , en la capilla de San Pablo del Panteón de Hombres Ilustres . La construcción del sepulcro así como las estatuas que perpetúan su memoria en Londres y Birmingham fueron costeadas por suscripción popular .



A principios del XIX el intercambio de correspondencia era de un elevado costo, únicamente utilizado por las clases privilegiadas, los gobiernos, que tenían sus propios sistemas de correos, y algunas compañías que trasmitían ordenes e informaciones a sus sucursales.

El padre de Rowland Hill dirigía una escuela en Birmingham. A partir de 1807 Rowland Hill se convirtió en estudiante-maestro de la escuela de su padre y para 1822 el y su hermano publicaron un libro que se llama "Public Education" que reafirmaba la idea de que en las escuelas publicas se tuviera una clase de educación física en el gimnasio una vez a la semana, volviéndose muy popular la escuela de su familia, en 1833 comenzó a trabajar en una nueva escuela que abrió su familia en Bruce Castle pero el necesitaba un nuevo reto y comenzó a interesarse en el proyecto de colonización en el Sur de Australia. De 1834 hasta 1839 se convirtió en el Secretario de la Comisión del Sur de Australia pero seguía interesado en las matemáticas y las ciencias y en el desarrollo de la rotativa.

Se cuenta que en 1835 Hill se encontraba de viaje por Escocia -, cuando una lluvia torrencial le obligó a tomar posada en el camino. Mientras el viajero tomaba aliento en su provisional albergue, entró en la estancia un empleado de postas que llevaba una carta para la encargada de limpiezas del local, joven ésta de humilde condición. Una vez hubo hecho entrega del envío, la muchacha lo observó detenidamente, devolviéndolo acto seguido al cartero para su devolución, alejando no contar con la cantidad requerida para satisfacer dicho servicio. Rowland Hill, que había observado el incidente, se acercó al cartero, y ante la reiterada negativa de la joven, hizo efectivos los dos chelines y seis peniques requeridos, entregando la carta a su destinataria con el deseo de que ésta no se quedara sin conocer unas noticias que pudieran ser vitales. Pero una vez se hubo marchado el cartero, Hill comprobó extrañado cómo la mujer abandonada la carta sobre una mesa y continuaba sus labores en la posada. Sin acertar a entender la falta de interés de la empleada por el contenido de la misiva, el viajero le preguntó de la carta. La muchacha, algo avergonzada, explicó a nuestro protagonista que su deferencia había sido en vano, ya que en el pliego no había nada escrito, añadiendo que aunque así fuera, ella no sabía leer. Ante la estupefacción de Hill la joven añadió que, como además no disponía de dinero para mantener correspondencia con su prometido, que se encontraba a mucha distancia de allí, había acordado con él que mediante unos signos convenidos en el exterior del escrito la haría saber su estado de salud, la marcha de su empleo y las jornadas que les restaban para su vuelta. De este curioso modo le bastaba con examinar la carta superficialmente par ponerse al corriente de cuanto necesitaba saber, sin gastar en ello ni un solo penique.

Después propuso a la Cámara de los Comunes: "El reintegro del porte de la carta según su peso, y no por la distancia, mediante tarifa única para toda la nación, y abonada en el punto de origen por el remitente".

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